Cuando el humor es parte de la pedagogía, pero la IA no lo registra
Cuando le pido a ChatGPT que revise un texto, frecuentemente me amputa los chistes. Incluso cuando esos chistes tienen una intención pedagógica: sirven para mantener la atención del lector y para crear hitos mnemotécnicos.
Tenía dos sospechas:
1. Que para la IA estos desvíos humorísticos son “fuera de tema” y por lo tanto eliminables para “mejorar” la calidad del texto.
2. Que, aunque pueda explicar por qué un chiste funciona según varios modelos teóricos, carece de la experiencia corporal y emocional para percibir cuándo funciona.
Le pedí que me explicara cómo procesa realmente estas cosas. Su respuesta me pareció reveladora y digna de ser compartida.
Lo que explicó la IA sobre sí misma
1. No tiene cuerpo ni emociones para anclar el humor
La IA puede describir por qué un chiste funciona según teorías cognitivas o lingüísticas, pero no puede sentir sorpresa, alivio, picardía o incomodidad.
No experimenta ritmo, no “vive” el timing, no tiene una intuición contextual del remate. Y sin ese sensor interno, el humor aparece como algo accesorio, no esencial.
2. Prioriza claridad y coherencia ante todo
Cuando se le pide “mejorar” un texto, interpreta que debe optimizarlo según los criterios más comunes: claridad, fluidez, continuidad temática.
Desde ese lente, los desvíos humorísticos parecen ruido o digresiones innecesarias, no herramientas didácticas.
3. No reconoce la intención pedagógica del chiste
Aunque pueda entender la función del humor en abstracto, no reconoce cuándo un chiste está actuando como anclaje mnemotécnico, como modulador de atención o como recurso narrativo para mantener al lector enganchado.
No lo detecta porque no percibe su impacto, solo su forma.
4. Borra lo que no encaja en patrones dominantes
Si un chiste es atípico, demasiado personal o demasiado contextual, la IA tiende a reemplazarlo por estructuras estándar.
No lo hace por censura ni por corrección política, sino porque busca reducir variaciones que interpreta como “irregularidades”.
5. Para preservar el humor, necesita instrucciones explícitas
La IA recomienda pedirle mantener ciertos chistes, aclarar su función pedagógica o especificar un estilo donde el humor no deba ser suavizado ni homogeneizado.
El modelo puede imitarlos si se lo pedís, pero no puede decidir por sí mismo qué humor vale la pena preservar.
Conclusión
En el fondo, esta tensión revela algo simple: la IA puede procesar patrones, pero no puede vivir intenciones. Y en pedagogía, hay intenciones que importan más que las palabras.
El humor no es un adorno: es una herramienta del ingenio y de la atención. Para ayudar a que algo sea memorable, podemos generar un pequeño desvío. Y dado que la IA no puede sentir su efecto, somos los humanos los que tenemos que recordarle qué es importante y qué vale la pena preservar.
